El
joven rico
MC 10, 17-30 o 10, 17-27
En aquel
tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se
arrodilló ante él y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para
alcanzar la vida eterna?" Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas
bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio,
no robarás, no levantarás falso testimonio, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre".
Entonces él le
contestó: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven". Jesús
lo miró con amor y le dijo: "Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que
tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos.
Después, ven y sígueme". Pero al oír estas palabras, el hombre se
entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes.
Jesús, mirando
a su alrededor, dijo entonces a sus discípulos: "Qué difícil les va a ser
a los ricos entrar en el Reino de Dios!" Los discípulos quedaron
sorprendidos ante estas palabras; pero Jesús insistió: "Hijitos, qué
difícil es para los que confían en las riquezas, entrar en el Reino de Dios!
Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico
entrar en el Reino de Dios".
Ellos se
asombraron todavía más y comentaban entre sí: "Entonces, ¿quién puede
salvarse?" Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: "Es imposible para
los hombres, mas no para Dios. Para Dios todo es posible".
Entonces Pedro
le dijo a Jesús: "Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para
seguirte".
Jesús le
respondió: "Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o
hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará
de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos, hermanas,
madres, hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida
eterna".